viernes, 2 de diciembre de 2011

Sonrisa matutina.

“Se acabaron las noches de descanso”. “Bienvenido a los desvelos”. “Ya no volverás a dormir igual”. Eran algunas de las frases que los experimentados padres me hacían llegar cuando se enteraban del embarazo de mi esposa. Siempre di crédito a sus comentarios, sin embargo, atinaba a pensar que más de alguno exageraba en su facciosa postura de padre sufrido. Como intentando darme valor contestaba que si me desvelo para otras cosas ni modo que no lo hiciera por mi hijo.

La primera noche de desvelo fue con el propio nacimiento. En parte porque Carlo Damián nació a las 20.30 horas. Otra parte corrió a cargo de la incredulidad momentánea que acompaña al evento, basta que te encuentres en los zapatos de ser un nuevo padre para entender la delgada línea que se encuentra entre la comisura de la reacción por la agradable noticia y el momento, bastante prolongado, en que te cae el 20.

Debo admitir que es un bebé bien portado. Tiene un horario de comidas que es cumplido con regularidad, salvo algunas ocasiones en que el chamaco se pone difícil y los manipulados padres ceden a la presión del llanto para prepararle sólo 1 onza más de leche. Así, el momento difícil es dormirlo después de caída la tarde, ya que acostumbra hacerlo hasta media noche. Después de eso, se despierta cada 3 horas, toma su bibí y se vuelve a dormir.

Ambos padres, iniciamos cada día cansados, somnolientos, apesadumbrados, pero muy contentos por tener a nuestro bebé. En verdad vale la pena cada hora de desvelo cuando miro su sonrisa matutina.


Estúpida postura.

Las demostraciones paternales de amor son increíblemente desmesuradas cuando tienes a tu hijo en los brazos. Faltan los halagos, las palabras, las explicaciones lógicas para entender ese estado de estupidez en el que hablas intentando imitar la voz de un niño y sobre todo tratando de usurpar las ideas de tu bebé para expresarte en su nombre.

Su abuela paterna pierde los estribos inventando una serie de conversaciones bastante cómicas en las que según su dicho Carlo Damián acusa que no le han dado de comer, le reclama a ella misma por haberlo dejado tanto tiempo, la señala como embustera, grosera y muchas cosas más, con un singular tono de voz en que incluso le canta un sin número de canciones infantiles a pulmón abierto. Aunque su especialidad es chulearlo y halagar su hermosura.

Así, me he descubierto asumiendo esa estúpida postura en la que modulo la voz para dirigirme a mi hijo con un tono sarcástico y apacible. Repitiendo cosas sin sentido y gesticulando emociones para entretenerlo, para llamar su atención o intentar reconfortarlo cuando está llorando. Incluso haciendo uso de vocablos como el clásico “Agugu tata”, “¿Dónde está bebé?” o el despotricado y nada convencional “¿Qué tiene ese bebé?”, cómo si realmente esperaras una respuesta.

Me imagino lo ridículo que me miro cuando hablo así, pero no me importa porque descubro que la inocencia de ese pequeño ser es mi más grande felicidad.


Chabelo.

Desde el embarazo jugábamos imaginándonos esos momentos en que los niños se suben a la cama de sus padres para despertarlos con cualquier pretexto. -Te va a picar la nariz y abrir los ojos para que te despiertes- le decía a mí esposa mientras yo asumía esa posición incomodando su sueño los domingos por las mañanas. -“Mamá, papa”- imitaba la voz de un infante mientras seguía tocando su cara. Ella sonreía y decía que no le importaba. Entonces se me ocurrió decir, todavía en mi papel de niño perverso -“Quiero ver a Chabelo”.

Abrió los ojos de una y respingó para contestarme -No me gusta ver Chabelo, que flojera-. Noté el cambio radical y no quise continuar con el tema. Pero seguí imaginando escenarios -Te va a despertar por comida, para que lo lleves al baño, para que veas alguna gracia que hizo, el caso es que no te va a dejar dormir-. -Sí está bien- contestó ella -pero que no sea para ver a Chabelo.

Así, opté por utilizar el programa dominical En Familia como broma para recordar aquella plática y siempre la misma reticencia de su parte. Ahora que Carlo Damián está en casa, en ocasiones ponemos algunas caricaturas en la televisión con la idea distraerlo con el sonido y las imágenes. Incluso, él y yo solos hemos visto al "Amigo de todos los niños". Pero sabemos que por su corta edad ni siquiera disfruta esos programas.

Es un programa de TV con 45 años al aire, nuestra generación y muchas más han crecido con él, entiendo que sea pesado verlo toda la vida. Pero en defensa de "Chabuelo" puedo decir que es buena onda y entretenido. Mi miedo más grande es que me pida ver al afeminado dinosaurio del Barney, ese cabrón no tiene nada de gracia.


martes, 8 de noviembre de 2011

El primer pañal.

Desde lejos miraba a mi esposa cambiar el pañal del bebé cuando se encontraba sucio. Como si tuviera tareas más importantes y fuera imprescindible mi presencia me apartaba de la dantesca escena. En alguna ocasión mi suegra me agarró desprevenido y cuando menos pensé me pegó de golpe la patada porque le quitaba la zapeta bien cargada y en su amplitud embarrada. Debo recalcar que lo limpiaba con singular maestría, lo que llamó mi atención.

Así, dispuesto a atender mis prolongadas pero inevitables obligaciones paternas me deshice del escrúpulo y decidí cambiarle el pañal a mi hijo. Cuando abrí aquel empaque y me percaté del amarillento contenido quise hacer una mueca demostrando mi nasal sufrimiento, pero por alguna extraña razón no me pareció asqueroso ni repugnante. Batallé un poco al deshacerme de la mancha, pero rápidamente encontré la pericia para concluir bien librado la tarea. Desde aquel primer pañal que cambié, cada ocasión que tengo oportunidad lo atiendo gustoso.

Sin embargo, al realizar esta nueva labor me di cuenta que la inexperiencia se apoderaba de mi esposa al momento de abordar la faena y terminaba por gastar hasta 8 toallas húmedas para limpiar el pequeño trasero de Carlo Damián. Meticuloso como siempre he sido, decidí perfeccionar la técnica y solamente utilizar 1, máximo 2 toallas al atender su higiene. Ahora, soy un experto y no me importa cambiarlo incluso cuando estoy comiendo. Lo que uno hace por sus hijos.


viernes, 4 de noviembre de 2011

Alcahuetes abuelas.

El temor de padres primerizos se apoderó de nosotros y fuimos a parar con el pediatra para que consultara al cachorro. Obstrucción en las vías respiratorias y frecuentes espasmos gastrointestinales era nuestro diagnostico. “No tiene nada”, concluyó el médico después de auscultarlo. Después de cuestionarnos y con un perceptible buen carácter, además de chocarrero, el facultativo dispuso algunas observaciones para ambos.

Lo que pareció más bien una regañada en buenas palabras, concluyó en cuidar 3 aspectos: 1 Darle de comer a sus horas. 2 Sacarle el aire para no provocar cólicos. 3 Cuidar de no cargarlo mucho tiempo en los brazos para que no se acostumbre a ellos. Así, llegamos a casa estableciendo un acuerdo con las alcahuetes abuelas para que lo dejen de cargar a la primera provocación o le den de comer al primer quejido. De esa forma, nos hemos librado de muchos dolores de cabeza.

La guerra sin contemplación sigue cada día con ambas figuras maternas. A mi chaparrita le debemos dejar en claro que ya comió suficiente cada ocasión que propone darle más comida. Ella sigue intentando engordarlo. Mi suegra corre con él por la calle donde vive presumiéndoselo a los vecinos. A pesar de su gran corazón, ambas han respetado nuestras decisiones y por mucho, han sido de gran apoyo en la conducción de esta nueva etapa en nuestras vidas.



Pañalera al hombro.

Las primeras noches me pasó inadvertido el comportamiento del bebé, entre mi madre y mi esposa lo atendían. Al llegar del trabajo, traté de pasar un momento con él ya sea dándole biberón, durmiéndolo e incluso cambiando algún pañal. Me di cuenta que a pesar de la inexperiencia soy muy bueno para realizar esas actividades. Lo tomo de los tobillos, retiro la zapeta sucia, limpio y le pongo una nueva con 1 sola mano. Sin embargo, eso no ha sido suficiente.

Una ocasión que acudimos al pediatra, me acerqué a la entrada de la clínica para que la mamá, junto con el bebé, fuera ingresando en lo que este humilde redactor conseguía estacionar el vehículo. Por las premuras, y admito que la falta de concentración jugó papel importante, olvidé bajar la pañalera conmigo. Cuando los alcancé, ella notó que me hacía falta y recibí mi primera llamada de atención pública.

Uno entiende que hizo mal, pero que se lo reprochen delante de toda la gente es vergonzoso. Las demás mamás se te quedan viendo como diciendo “Pinche desconsiderado”. Además realizan movimientos de negación con la cabeza mientras se susurran una a la otra. Me imagino que han de decir entre ellas, “Si así se porta ahorita que va naciendo no quiero saber en 10 años”, o el clásico “Pobre mujer, lo que le depara con ese huevón”. Todo ese espectáculo a pesar de ser el único hombre presente acompañando a su esposa. Están cabronas.

Desde entonces, y para evitar esos momentos embarazosos, salgo de casa con la pañalera al hombro y estoy pendiente de cuando se ofrece utilizar los aditamentos que la conforman.


jueves, 3 de noviembre de 2011

Momento a solas.

Las visitas médicas concluyeron que el bebé presentaba un excelente diagnostico de salud después del nacimiento y que la madre se había portado como digna guerrera reponiéndose muy bien de su intervención quirúrgica. Para media tarde esperábamos a una trabajadora social para que firmara los últimos documentos de salida y por fin dirigirnos a nuestro hogar.

La salida del nosocomio se dio sin contratiempos. El trayecto a casa fue algo tortuoso para la mamá que resentía sensiblemente el paso por cada bache de la ciudad. Al llegar, un arreglo de globos encabezados por una cigüeña los esperaba. Minutos después hacían su aparición un par de mis cuñadas queriendo conocer a su sobrino y preguntando por su hermana. El orgulloso abuelo materno parecía contento exclamando lo bonito que se le hacía su nuevo nieto.

Durante la noche, una vez que las visitas partieron, tuve mi primer momento a solas con Carlo Damián, quien me miraba a los ojos como si quisiera contarme algo. Hablé con él y quise poner atención a sus gestos para comprender algo de lo que expresaba. Asombrado, me percaté que ese pequeño bebé en mis brazos significa la mayor fortuna que pueda describir con mi aliento. No quería dormir, pensaba serían momentos en los que perdería esa alegría y convivencia. Podía pasar la noche despierto contemplando a mi hijo.



viernes, 21 de octubre de 2011

Inocultable sonrisa.

Cuando lo tuve en mis brazos, dispuse algunas palabras cariñosas para mi hijo. Lo saludé y traté de conversar con él sabiendo que no tendría respuesta, pero buscando su atención. Logré que soltara, a pulmón abierto, un llanto conmovedor. Las enfermeras y mi esposa me hicieron saber que en todo ese rato no había llorado para nada. Concluyeron que habría reconocido mi voz y por eso cantaba su escándalo. Cierto o no, sentí en la piel que hizo click el primer contacto con mi legado.

Tuve oportunidad de tomarle un par de fotografías y acompañarlos a él y su mamá al cuarto donde pasarían la noche. Por respeto a las normas de seguridad del hospital y la privacidad de las demás pacientes me despedí de ellos quedando volver a verlos al siguiente día. Mi suegra pasaría con ellos la noche por lo que se ofreciera. Salí de las instalaciones y marqué el número de mi madre quien aún despierta esperaba la noticia.

Mientras el teléfono timbraba, las ansias por explicarle mis sentimientos brincaban de mi pecho. En cuanto contestó le solté a boca de jarro “Está hermoso. Los 2 se encuentran bien. Los puede ver. Estoy muy contento”. Me felicitó y conmovida me dedicó hermosas palabras. Al colgar el teléfono noté que la ternura se había apoderado de mí suavizando mi dura expresión facial con una inocultable sonrisa que después de cargar en mis bazos a Carlo Damián me dibujaba el rostro.

Esa sensación me acompañó hasta el siguiente día. Después de dormir un par de horas quería salir corriendo para verlo de nueva cuenta. La sonrisa seguía firme.


jueves, 20 de octubre de 2011

El día más feliz.

Anteriormente, he sido sometido a intervenciones quirúrgicas y sé que después de salir de quirófano tardas hasta 3 horas en recuperarte de la anestesia. Antes de eso no te mueven de observación, por lo que deduje aún me quedaba tiempo. Estuve merodeando hasta que aproveché la confusión del guardia y me interné por la sala de urgencias, caminé un buen tramo buscando las instalaciones de Tococirugía y discretamente me establecí en el obscuro pasillo que conecta a la morgue, de ahí podría ver cuando salieran para trasladarla a cuarto.

Pasé 2 horas por esos gélidos pasillos en soledad. Debo admitir que la espera, más que el frio o la obscuridad, me calaba en los huesos. En mi mente sólo elucubraba con el momento de verlos. Tampoco podía comunicarme al exterior porque en esas instalaciones el celular no recibe señal. Al siguiente día descubriría que los mensajes en que anuncié el nacimiento de mi primogénito se enviaron de madrugada. Así que te pido una disculpa, querido lector, si te desperté al compartirte mi felicidad.

En eso estaba cuando un diligente camillero me acercó a la salida de Tococirugía. Instantes después se acercaba una camilla con mi princesa hermosa somnolienta por los efectos de la anestesia. “¿Cómo estás?” Atiné a preguntarle. “Bien”, fue su respuesta, agregando “conoce a tu hijo”, mientras una enfermera lo alzaba mostrándomelo. No pude contenerme, me dirigí hacia él y lo tomé en mis brazos. Sentí que una gran confluencia de miles de sensaciones me invadía brindándome la mejor alegría que alguna vez hubiera pensado, finalmente estaba cargando a Carlo Damián.

Sin duda alguna, a pesar del trasiego de las últimas horas, éste que estaba por concluir era el día más feliz de mi vida.












miércoles, 19 de octubre de 2011

Tococirugía.

11 de octubre de 2011, despertamos temprano. Realizamos algunas actividades y a medio día dispusimos lo necesario para salir de casa y presentarnos en el nosocomio. Platicamos un poco de mis experiencias previas en el quirófano y la mesa de operaciones. Traté de relajarla. Antes de despedirnos la noté muy segura y dispuesta. Me quedó claro que estaría bien allá dentro esperando su encuentro con el bisturí. A las 14 horas quedó formalmente internada y lista para intervención quirúrgica.

Mi suegra fue mi acompañante en la sala de espera de Tococirugía. Me pareció relajante y nada tedioso el transcurso de la tarde. Sin embargo, con la puesta del sol, la ansiedad y la falta de información de su estado crearían cada vez más y más presión. Hasta las 20 horas recibí notificación de que se encontraba en quirófano. Sin embargo, hora y media después aún no me tenían el resultado oficial en recepción. Empecé a operar para enterarme.

Previamente, platiqué con una enfermera que se encontraría en ese turno. Marqué a su celular y me dio las primeras noticias extraoficiales “Su bebé pesó 3.130 kgs y midió 51 cms. Su esposa está en recuperación y los 2 están muy bien.” Sentí en mi  pecho que la presión disentía y la alegría me abrazaba. Pero no era suficiente, tenía que verlos, quería cargarlo a él y besarla a ella. Abrazarlos, en ese momento, era lo único que importaba.

Sabía que no me permitirían entrar al lugar donde se encontraban, hasta el siguiente día a las 11 horas. No podía esperar tanto. Ya estaba decidido, esa misma noche entraría a verlos. 

lunes, 10 de octubre de 2011

La noche previa

El último día inició muy activo. Las encomiendas para tener todo en orden presionaron un poco más. El carro mostró una falla mecánica que destanteó en primera instancia los pronósticos de normalidad en la ejecución de las tareas. Reportarme con la querida Quinientóloga para ponerla al tanto de los últimos eventos. Checar los documentos de admisión hospitalaria para prevenir contingencias.

Por fortuna, la pañalera tiene 1 mes lista con todos los aditamentos necesarios para salir corriendo en caso de emergencia. La casa limpia tal cual gota de agua. La ropa del bebé lavada y acomodada en su lugar especial. Pañales, biberones, mamelucos y sus gorros metaleros. Las previsiones han sido tomadas en serio y nos encontramos preparados para enfrentar el evento.

Visita a la Lomita porque mi esposa deseaba agradecer el transcurso de estos 9 meses y pedir que todo salga bien el día de la cirugía. Misma que tu servidor aproveché para comerme un elote con crema y queso. Los últimos retoques de la vanidad femenina. Planear el viaje y la recepción de los abuelos paternos. Así como el de la instalación de la abuela materna para el cuidado de la paciente. Las últimas fotos para documentar el embarazo y a esperar el gran día.

Todo está listo para recibir a Carlo Damián. Su mamá contenta por el milagro de dar a luz y su papá ansioso y orgulloso por conocer su legado.  

Me muero por cargarte en mis brazos y conocer tu sonrisa hijo. Deseo tanto despertar en el que seguramente será el día más feliz de mi vida.



Metallica Experience

Como he relatado anteriormente, el último fin de semana de gestación sería complicado. El sábado 08 de Octubre, el grupo Dospados, una banda local, tuvo a bien realizar un tributo a los reyes del trash metal, Metallica. La coraza de aventurero tocó a mi puerta una vez más invitándome a disfrutar del evento. Pero, Oh! Maldito destino cruel, al siguiente día tendría que madrugar para donar sangre como último trámite ante las autoridades de salud para llevar a cabo el parto de mi bebé.

La vida, aunque parece injusta, te pone este tipo de pruebas para superarlas y dar cuenta de tu capacidad de reacción. 2 de mis grandes pasiones se enfrentan. Mi hijo a punto de nacer y el estruendoso sonido de las cuerdas metaleras. Por supuesto, Carlo Damián saca la delantera por mucho, sin embargo, encontré el modo de concatenar los 2 mayores puntos que me inyectan adrenalina. El inigualable deseo por ser padre y el desenfrenado espíritu rockero sin corromperse uno al otro.

Así, acudí a un concierto fregón, evento muy bien realizado. La ejecución de la música poca madre. El ambiente sensacional. La abstinencia, como requisito para donar sangre al siguiente día, no me impidió convivir con los amigos que me topé en el Foro Tecate. Mi esposa, comprensiva, se chutó todo el día las diversas canciones de Metallica que toqué en el DVD con el pretexto de “calentar motores para la noche”. Y aunque un poco desvelados, antes del alba acudimos a nuestra cita.

Me siento orgulloso de colindar a mi familia con mis inspiraciones artísticas. Hoy he descubierto la importancia de expresarme y hacer parte de ello a mi primogénito y mi princesa hermosa. Aunque no siempre tiene que ser en honor al heavy metal ni al Metallica Experience.



Último trámite.

El último fin de semana de gestación tendría que ser el más complicado. La programación del parto de Carlo Damián para el día 11 de octubre nos cambió los planes. Había que realizar trámites ante la instancia de salud. Presentar papeleo, recopilar firmas y sellos para la admisión hospitalaria. El más difícil de todos, donar sangre por si la cirugía se complica y llegara a ser necesario realizar una transfusión.

Es desgastante acudir a las instalaciones de la dependencia para cumplir con esta tarea. Hay que madrugar para ganar uno de los primero lugares. Permanecer hasta 4 horas esperando turno, ya que primeramente te toman una muestra para analizarla y los resultados pueden tardar hasta 3 horas. Después, en caso de aprobar el examen, esperar turno nuevamente para que te extraigan la unidad requerida (medio litro). Todo esto en ayunas.

Además, el donador deberá cumplir con una serie de requisitos, los más sobresalientes: No contar con enfermedades virales. Ser mayor de edad. No consumir ningún tipo de medicamento ni alimentos grasos. Abstenerse de consumir bebidas embriagantes las últimas 24 horas. Entenderás, querido lector, es bastante complicado encontrar donadores. Por si esto fuera poco y como cereza en el pastel para coronar el grado de dificultad de este último trámite, me citan en domingo.

Pero como dice el Geniero Alonso, mi buen amigo, “Aguántese, su niño vale millones de veces eso”. Y vaya que tiene razón.



jueves, 6 de octubre de 2011

Semana 39.

Los últimos 8 meses y medio hemos vivido con la satisfacción del embarazo. Esa alegría ha sido revitalizante en muchos aspectos. Pensar en verlo y cargarlo en mis brazos se ha tornado una constante en mi jornada diaria. Incluso cambiar sus pañales, prepararle el biberón, bañarlo, jugar juntos y desvelarme por sus llantos se vuelven labores fascinantes en mi mente.

Las notorias molestias en la cintura y en los pies de mi esposa reflejan la ardua labor de cualquier mujer embarazada que debe soportar el peso de su panza pronunciada. Acudir al supermercado, realizar las visitas para los preparativos del alumbramiento y acatar la prescripción médica de No conducir, le han complicado la vida y agotado hasta el cansancio.

Nos encontramos a 5 días de la fecha anunciada. Contentos, esperamos a Carlo Damián. Sabemos que esta faceta final en la carrera de los 9 meses es complicada y difícil. Vendrán los dolores cada vez más pronunciados, las molestias subirán el tono, pero estamos preparados para enfrentar eso y más. El deseo es verlo y tenerlo con nosotros.

Sólo 5 días. No puedo creer que pronto estará en mis bazos.



Carlo Damián.

Respeto la divergencia de culturas, ideas y formas de pensar. Sin embargo, creo que ese reacio enigma de nuestra cultura popular por nombrar al primogénito tal como su padre, sólo representa una herencia maldita. Pues con el nombre (y por ende el apellido) viene una serie de responsabilidades no fundamentadas. El chamaco, en automático, se hace acreedor de todos los sueños truncados del padre. Ser el profesionista que él no pudo ser por falta de oportunidades, el deportista que siempre soñó hasta encontrarse con el alcohol, el mujeriego que la sociedad le reprimió llegar a ser.

Del mismo modo, siento una terrible animadversión por los nombres bíblicos. Juan, José y María, entre otros, se han convertido en nombres tan comunes que carecen de presencia propia. Ni se diga los estipulados en el calendario gregoriano. Así que la tarea para darle nombre a nuestro bebé se antojaba bastante intensa.

Compré un libro de nombres para alimentar opciones, pues hasta entonces no contaba con mucho material. Lo menos que podíamos hacer era pensarlo muy bien antes de nombrarlo. Así lo hicimos, con bastante paciencia y acuerdo entre ambos descubrimos la combinación. Su significado llena las expectativas y el sonido enfático reviste gallardía. Nadie me ha dicho lo contrario y no me importa, estoy convencido que escogimos un excelente nombre.

Carlo Damián me parece elegante y digno de guerrero de la edad media, o de político inglés, o de virtuoso músico, o de futbolista escandinavo, o de actor porno. Lo bueno es que no deseo cumpla mis frustraciones, espero simplemente sea él.


Amigos verdaderos.

Muchas muestras de cariño y felicitaciones plausibles he recibido por el embarazo de mi esposa. Llamadas constantes de algunas personas que les interesa conocer al detalle la evolución de este proceso. Hay quienes se manifiestan contentos y comparten la dicha de esperar un nuevo miembro en la familia. Otros se desbocan en recomendaciones, la constante ha sido “Duerman mientras puedan, luego van a extrañar dormir tranquilos”.

Recuerdo nostálgicamente la llamada de mi hermano el Fuco, quien además de buenos deseos externó con su peculiar y picaresco estilo: “Si es hombre te vas a sentir orgulloso, pero si es mujer te vas a volver loco”. Cabrón, que razón tenías. En efecto, cuando me enteré de su viril y tetostérica masculinidad me sentí sumamente orgulloso de ser bendecido con un primogénito varón. (Herencia de la cultura siciliana después de leer El Padrino).

Esas constantes muestras de apoyo y la indulgencia de aquellos que se muestran interesados por el arribo del nuevo ser, contribuyen y logran hacer más efusiva la delicada espera. Aquellos que han deseado salud y bienestar para mi hijo, aunque sea con un dejo de prudencia, han dejado huella en mi corazón como amigos verdaderos. Será por la importancia o la sensibilidad del evento, pero cada llamada, mensaje en facebook o mención en twitter se agradece eternamente.



miércoles, 28 de septiembre de 2011

Carro nuevo.

Con nuestro embarazo, empecé a ver constantemente mujeres en estado de gestación por todas partes. Aunado a ello, la teoría del año del Conejo, que menciona una singular fertilidad en la población. Una noche, mi esposa y yo intentamos hacer un recuento, su hermana, su cuñada, mi prima, su prima, su amiga, la esposa de mi amigo, aquella compañera de trabajo… Uff! Una gran lista de mujeres conocidas esperando un bebé, cómo nosotros.

La verdad, pienso que la fertilidad es general y no exclusiva de este año o de nuestra generación. Más bien pienso en el efecto del carro nuevo. Esto versa en que basta comprar un carro para darte cuenta de los muchos modelos de ese mismo vehículo que andan circulando en la calle. No te habías dado cuenta de ellos hasta que compraste uno, y ahora los miras por todas partes, incluso los diferencias entre sí.

Creo que nunca había puesto atención a las panzas crecientes de las mujeres embarazadas que he conocido, hasta que fui el culpable de propiciar ese estado en una. Además de darle seguimiento a su evolución se convirtió en mi prioridad. Por lo que fue hasta entonces cuando pude apreciar y degustar las sensaciones del embarazo incluyendo algunas nauseas.


martes, 27 de septiembre de 2011

Documentando el embarazo.

Darle seguimiento al crecimiento de ese pequeño ser en el vientre materno ha sido la mejor tarea que he tenido a bien documentar. Creé una carpeta de fotografías en mi cuenta de Facebook para llevar ese registro visual mensualmente. Cuando hay oportunidad actualizo esa base de datos marcando especial atención en el crecimiento de la panza, control que llevamos en una pared de nuestro cuarto. Las felicitaciones y buenos deseos de los amigos han sido permanentes.

Las muestras de afecto vienen acompañadas comúnmente por tips para tratar de hacer mejor la tarea de ser padre, desde el embarazo hasta el nacimiento de la criatura. Son tantas las recomendaciones recibidas que me declaro perdido en ese mar de sugerencias atípicas. Hay algunas tan estúpidas y ridículas que no pienso seguirlas. Además, aunque agradezco las intenciones, admito que me siento abierto al aprendizaje cognoscitivo y prefiero aprender por experiencia propia basándome en los métodos inductivo, deductivo, analítico e histórico.

La nueva modalidad por la que hemos optado es documentar sus primeras ropas y regalos. Ahora estoy ideando las carpetas que crearé después de su nacimiento. Pienso que algún día el bebé, ya convertido en adulto, podrá dar cuenta del cariño que le mostraron las amistades de sus padres. Ahí está el registro virtual en una cuenta social, en lugar de acumular un montón de álbumes fotográficos, cómo en mis tiempos.



miércoles, 21 de septiembre de 2011

Huevotes.

Habría pasado una semana después de la gran noticia cuando acudimos con la ginecóloga. La mente se volcaba en un mar de dudas planeando preguntas para la galena. Así, arribamos a la sala de espera del consultorio donde una pareja aguardaba su turno antes que nosotros. Ella mostraba panza pronunciada y cara de ternura, su postura en el asiento indicaba cansancio. Me imaginaba a mi esposa cuando llegara a verse de la misma forma.

Después del protocolo, la especialista procedió al examen físico de la futura madre donde el ultrasonido arrojó una imagen distorsionada del interior de su vientre. Se percibía una célula en gestación, era mi hijo formándose. Lancé un par de preguntas estúpidas, mismas que con suma paciencia fueron aclaradas. Continuó con indicaciones para los cuidados de la futura mamá. Los 3 primeros meses son los de mayor peligro, sentenció la facultativa.

Acudimos cada mes emocionados a la misma cita. La doctora se ganó nuestra confianza al mostrarse siempre diligente en su trato y atención, esmerada en explicarnos a detalle su evolución y aclarando las dudas que pudiéramos tener.

La mejor parte de visitar a “La Quinientóloga” ha sido la colección de imágenes de los ultrasonidos del bebé, escuchar su corazón latir y descubrir esos huevotes cuando nos definió su sexo durante la tercera visita.

martes, 20 de septiembre de 2011

La noticia.

Llegué a casa con hambre. Pensaba en la comida que mi esposa habría preparado para ese día. A penas llevábamos 1 mes casados. La labor diaria consistía en acoplarnos mutuamente a la vida juntos. Ella se esforzaba en cubrir hasta los mínimos detalles creando satisfactoria felicidad en nuestro hogar. Admito que anteriormente había tratado de eludir la responsabilidad marital. Soltero, disfrutaba la vida con mi eterna compañera soledad. Hasta que la conocí decidí cambiar el curso y tomar las riendas para iniciar una familia.

Aquella tarde, Arely me abriría la puerta antes de que lograra introducir la llave en la cerradura para soltarme a boca de jarro “Te estamos esperando”. Pensando que habría escuchado mal y tratando de deslucir en milésimas de segundos su comentario, crucé el portal. En la sala y de reojo miré un bulto, cuando fijé la vista en él descubrí que era un oso de peluche con un par de documentos a sus pies. Guantes, calcetines y gorro sobre sus extremidades. Incrédulo, la miré a los ojos para preguntarle ¿Es en serio? -Sí, atinó a contestar ella añadiendo, lee la carta.

Los documentos a los pies del peluche eran la prueba positiva de embarazo practicada en un laboratorio y una carta encabezada por el dibujo de una cigüeña cargando un bebé. Con dulces palabras me informaba sería padre. Sentimientos encabezados por el orgullo y la alegría nublaron mi vista, tal vez eran lágrimas de felicidad. Me repuse después de un instante y me fundí en un abrazo largo con mi princesa. La besé, la sujeté a mí, con ternura toqué su vientre y le expresé mi cariño a la vida que juntos estábamos procreando.

En cuanto tuve oportunidad llamé a mi madre, con la voz entre cortada pude informarle que su bebé sería padre. La segunda llamada fue para un gran amigo con quien compartí y presumí efusivamente mi tetostérica alegría. Tuve que esperar 4 largas horas para comunicarme con mi viejo y, carente de toda modestia, con el pecho inflamado de orgullo, hacerle saber sería abuelo, creo que él fue el más contento por la noticia.

Voy a ser padre, grité a los 4 vientos, pues es la mejor noticia que he recibido en mi vida.