Las visitas médicas concluyeron que el bebé presentaba un excelente diagnostico de salud después del nacimiento y que la madre se había portado como digna guerrera reponiéndose muy bien de su intervención quirúrgica. Para media tarde esperábamos a una trabajadora social para que firmara los últimos documentos de salida y por fin dirigirnos a nuestro hogar.
La salida del nosocomio se dio sin contratiempos. El trayecto a casa fue algo tortuoso para la mamá que resentía sensiblemente el paso por cada bache de la ciudad. Al llegar, un arreglo de globos encabezados por una cigüeña los esperaba. Minutos después hacían su aparición un par de mis cuñadas queriendo conocer a su sobrino y preguntando por su hermana. El orgulloso abuelo materno parecía contento exclamando lo bonito que se le hacía su nuevo nieto.
Durante la noche, una vez que las visitas partieron, tuve mi primer momento a solas con Carlo Damián, quien me miraba a los ojos como si quisiera contarme algo. Hablé con él y quise poner atención a sus gestos para comprender algo de lo que expresaba. Asombrado, me percaté que ese pequeño bebé en mis brazos significa la mayor fortuna que pueda describir con mi aliento. No quería dormir, pensaba serían momentos en los que perdería esa alegría y convivencia. Podía pasar la noche despierto contemplando a mi hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario