Llegué a casa con hambre. Pensaba en la comida que mi esposa habría preparado para ese día. A penas llevábamos 1 mes casados. La labor diaria consistía en acoplarnos mutuamente a la vida juntos. Ella se esforzaba en cubrir hasta los mínimos detalles creando satisfactoria felicidad en nuestro hogar. Admito que anteriormente había tratado de eludir la responsabilidad marital. Soltero, disfrutaba la vida con mi eterna compañera soledad. Hasta que la conocí decidí cambiar el curso y tomar las riendas para iniciar una familia.
Aquella tarde, Arely me abriría la puerta antes de que lograra introducir la llave en la cerradura para soltarme a boca de jarro “Te estamos esperando”. Pensando que habría escuchado mal y tratando de deslucir en milésimas de segundos su comentario, crucé el portal. En la sala y de reojo miré un bulto, cuando fijé la vista en él descubrí que era un oso de peluche con un par de documentos a sus pies. Guantes, calcetines y gorro sobre sus extremidades. Incrédulo, la miré a los ojos para preguntarle ¿Es en serio? -Sí, atinó a contestar ella añadiendo, lee la carta.
Los documentos a los pies del peluche eran la prueba positiva de embarazo practicada en un laboratorio y una carta encabezada por el dibujo de una cigüeña cargando un bebé. Con dulces palabras me informaba sería padre. Sentimientos encabezados por el orgullo y la alegría nublaron mi vista, tal vez eran lágrimas de felicidad. Me repuse después de un instante y me fundí en un abrazo largo con mi princesa. La besé, la sujeté a mí, con ternura toqué su vientre y le expresé mi cariño a la vida que juntos estábamos procreando.
En cuanto tuve oportunidad llamé a mi madre, con la voz entre cortada pude informarle que su bebé sería padre. La segunda llamada fue para un gran amigo con quien compartí y presumí efusivamente mi tetostérica alegría. Tuve que esperar 4 largas horas para comunicarme con mi viejo y, carente de toda modestia, con el pecho inflamado de orgullo, hacerle saber sería abuelo, creo que él fue el más contento por la noticia.
Voy a ser padre, grité a los 4 vientos, pues es la mejor noticia que he recibido en mi vida.
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