viernes, 21 de febrero de 2014

Dante Adolfo.

Cursaba el primer año de mi carrera. Era un prominente estudioso del derecho que visitaba frecuentemente la biblioteca de la UdeO, campus Los Mochis. Descubrí los clásicos de la literatura y con ello a Dante Alighieri, quien me conmovió cuando por primera ocasión posé mis ojos en “La Divina Comedia”. Una bien estructurada narrativa que da cuenta de las visceralidades, virtudes y pasiones de diversos personajes a lo largo de la historia literaria. Por ello, algunos se ganan un castigo en el infierno, otros penan en el purgatorio, y el resto reciben su recompensa en el paraíso.

Su nombre me convenció, tal como su prosa. Pasó a formar parte de la lista de los Top 10 con los que algún día nombraría a mi descendencia. De hecho, antes de Dante no tuve una lista Top 10. Pienso que Carlo Damián pudo llevar ese nombre, sin embargo la negociación con su madre se tornó ríspida y ésta combinación fue el mejor acuerdo. En el fondo, siempre tuve la intención de nombrar a uno de mis hijos como ese gran literato italiano.

De esa misma lista tomé Adolfo, grandes personajes a los que admiro con fervor han marcado de manera providencial la historia usando ese nombre. Por eso la simpatía que siento con el sonido de sus sílabas. En un principio tuvimos dudas y realizamos una serie de combinaciones que no dieron frutos. Ni que decir lo enconada que estuvo la inefable negación del resto de la familia a la que nunca tuve oportunidad de brindarle un ápice de importancia haciendo caso omiso de las sugerencias y recomendaciones.

Ahora, agradezco a mi princesa sea tan diligente para conmigo prestándose a cumplir mi deseo de brindar tributo a los grandes personajes que admiro. Dante Adolfo, nos parece brinda fortaleza y gran énfasis. Deseos que tenemos para nuestro segundo retoño.




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