No existe la mínima duda
en mi respuesta, es un “Sí” contundente, emana de lo más profundo de mi ser.
Siempre quise estar presente en el parto de mis hijos. Ahora podría ver su
nacimiento, documentarlo gráficamente y sobre todo, estar con ella en tan
delicado momento. Me visto torpemente con la ropa esterilizada, sin perder
detalle de cómo los galenos amarran cada uno de los aditamentos. Especialmente,
batallé con el que cubre la cabeza como gorro de panadero.
Nervioso, observo todo en
derredor. Muchos aparatos. Ella está recostada en posición fetal mientras la
anestesian vía raquea. La ginecóloga me apunta a una silla ubicada en el
rincón, entiendo que mis movimientos en el lugar se verán limitados. Aprovecho
una mesa y dispongo los equipos electrónicos, cámara y 2 celulares para el
archivo gráfico. Tomo fotos, video. Con su cel, con el mío. Le pido al médico
que miro desocupado me tome una con ella de fondo.
Inicia el trabajo. El
cirujano parece concentrado. Los médicos platican relajadamente. La enfermera
atiende al que está abriendo su piel. El neonatólogo prepara algunos
aditamentos. El anestesiólogo está pendiente de lo que sucede. Yo sigo en mi
papel de Jack Cusstoe como si explorara un arrecife polulado por desconocida
fauna marina tratando de no perder detalle desde mi rincón cámara en mano.
Me relaja ver a mi princesa tranquila. Sin embargo, me descubro ansioso. Cada momento estoy a punto de saltar de mi asiento. Deseo conocer a Dante Adolfo y en mi fuero interno pienso que estoy preparado para este evento, la realidad me tiene una sorpresa.
Me relaja ver a mi princesa tranquila. Sin embargo, me descubro ansioso. Cada momento estoy a punto de saltar de mi asiento. Deseo conocer a Dante Adolfo y en mi fuero interno pienso que estoy preparado para este evento, la realidad me tiene una sorpresa.
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