Diversos juegos se volvieron cotidiana novedad. La utilización
apropiada de los juguetes en su posesión sigue siendo una falacia, pues
acostumbra jugar como le viene en gana. No patea las pelotas, sólo las carga.
Se ha convertido en el Bully del perrito bailarín que es vejado y víctima de
maltrato físico. Exceptuando el carro y bicicleta montables con los que cuenta
el resto de los juguetes recibe un trato muy diferente al fin por el que han
sido elaborados.
Su cancha preferida para la hora de juegos es la alacena, y todo lo
que ésta contiene se ha vuelto su más importante pieza para recreación. Es
común verlo rodar la lata de champiñones de la cocina hasta la sala. Morder
hasta derramar los cartones de puré de tomate. Incluso, causa la preocupación
de sus ilusos padres cuando lo vemos cargando una botella de vidrio como puede
ser la salsa de soya.
Pero el juego preferido desde hace algunas semanas es montarse en uno
de sus padres cuando nos agarra acostados y realizar los movimientos propios de
la cabalgata equina. Así, imita el galopeo de un caballo pidiendo que apresures
el paso para hacer el momento más divertido. Un gran juego que todos siendo
infantes disfrutamos y ahora teniendo de jinete a mi Príncipe Godo, me divierto
más.
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