Este momento a
solas no es para nada igual al que viví 2 años antes cuando nació Carlo Damián.
Me siento diferente, aunque con la misma alegría. Descubro que ahora estoy más
concentrado en ver los pequeños detalles de mi viejo. Supongo su piel será
bastante blanca porque se ha tornado de un rosa bien definido, tal vez por la
exposición al ambiente. Me muestra sus pequeños ojos azules. Su cabello
abundante es de color rubio.
Creo que se mira
muy parecido a su hermano, sin embargo, las diferencias en sus facciones son
notorias. Dante Adolfo tiene labios y ojos más pequeños. Pero en general, su
complexión es similar. Mis sentimientos paternos se mantienen firmes. Siento el
mismo amor por ambos. De hecho, me doy cuenta que extraño a mi primogénito.
Quisiera tenerlo cerca para compartir juntos la llegada de su hermano.
Estoy en eso
cuando recibo las primeras felicitaciones telefónicas. Después de un rato de
llamadas y varios mensajes me reincorporo para seguir admirando a ese pequeño
ser que me tiene atrapado sin poder expresar palabras a pesar del cumulo de
sentimientos que fluyen en mí por conocerlo. No pasa nada, sólo el silencio. Es
de sobremanera reconfortante pasarlo juntos.
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