martes, 24 de febrero de 2015

Un extraño en casa.

El cirujano haría la broma. Cuando me dispongo a salir del cuarto de operaciones con el recién nacido, mientras él sigue cociendo a la paciente para cerrar su herida pregunta en son de mofa, ¿Por qué los hombres siempre dejan a la mujer y se van con el bebé? Dubitativo, tardo en asimilar una respuesta, pero la suelto convencido, Por este Gallo vine. Y créeme, si no confiara en ustedes no dejo que la toquen. Ahí se las encargo. Mientras sigo mi camino a la habitación que tenemos asignada para su recuperación.

Ella tardaría media hora en llegar. La miro contenta. Me pregunta por Dante Adolfo, quién luce a gusto plácidamente recostado en su pequeña cuna, le doy el parte de novedades de nuestro momento a solas. Quiere tenerlo en sus brazos y lo llevo a con ella, mi viejo permanece dormido, inmutable. La familia arriba para acompañarnos, juntos estamos compartiendo el glorioso momento. Todo es alegría.




Es hasta el siguiente día cuando Ginecóloga y Neonatólogo nos visitan para dar el visto bueno a ambos pacientes y luz verde para partir. Nos despedimos de la clínica agradecidos con la atención recibida. Carlo Damián espera por sus padres acompañado por su abuela y contento nos recibe en el umbral de casa. No da cabida cuando mira a su madre cargando un pequeño bulto donde descubre que nació el hermano del que tanto le hemos hablado en los últimos meses.

¿Qué es eso? pregunta sonriente. Es tu hermanito, Dante Adolfo, le contesta su mamá. Pero él parece no creerle. Mira una y otra vez al bebé tratando de descifrar la presencia de ese extraño.




lunes, 9 de febrero de 2015

Momento a solas.

Este momento a solas no es para nada igual al que viví 2 años antes cuando nació Carlo Damián. Me siento diferente, aunque con la misma alegría. Descubro que ahora estoy más concentrado en ver los pequeños detalles de mi viejo. Supongo su piel será bastante blanca porque se ha tornado de un rosa bien definido, tal vez por la exposición al ambiente. Me muestra sus pequeños ojos azules. Su cabello abundante es de color rubio.

Creo que se mira muy parecido a su hermano, sin embargo, las diferencias en sus facciones son notorias. Dante Adolfo tiene labios y ojos más pequeños. Pero en general, su complexión es similar. Mis sentimientos paternos se mantienen firmes. Siento el mismo amor por ambos. De hecho, me doy cuenta que extraño a mi primogénito. Quisiera tenerlo cerca para compartir juntos la llegada de su hermano.

Estoy en eso cuando recibo las primeras felicitaciones telefónicas. Después de un rato de llamadas y varios mensajes me reincorporo para seguir admirando a ese pequeño ser que me tiene atrapado sin poder expresar palabras a pesar del cumulo de sentimientos que fluyen en mí por conocerlo. No pasa nada, sólo el silencio. Es de sobremanera reconfortante pasarlo juntos.

Dante Adolfo está con nosotros.



martes, 3 de febrero de 2015

La ropa

Estoy envuelto en mi burbuja de alegría disfrutando el momento cuando me piden la ropa del bebé. Titubeo recordando que al llegar a la clínica, con las prisas de la urgencia olvidé bajar del carro la pañalera. Tengo que ir al cuarto donde me vestí para quitarme los atavíos de operación y ponerme mi ropa. Lo que me parece eterno. Salgo de las instalaciones y me encuentro con una lluvia torrencial. Completamente mojado llego al vehículo para recuperar la maleta y el paraguas que compré para estos imprevistos.

Regreso al cuarto para cambiarme de nuevo y descubro que mis zapatos van dejando huella por el pulcramente limpio y recién trapeado piso de la clínica de un fangoso lodo que a cada paso se diluye. Esquivo las miradas de las desconcertadas enfermeras para entregarle a una de ellas la ropa de Dante Adolfo. Así, me dispongo a utilizar de nuevo los atavíos para quirófano y poder reingresar con mi esposa.

Por fin, logran vestir a mi Príncipe Godo, quien no ha dejado de llorar con un tono mimado. Se lo presentan a su mamá mientras el cirujano cierra la herida y yo me acerco para tomar las últimas gráficas de aquel cuarto de operación. Salgo con el recien nacido rumbo a la habitación donde pasará la noche y después de una leve platica, enfermera y doctor se retiran para dejarnos solos. Momento glorioso entre los viejos.


La ropa mojada permanece tendida en el baño del cuarto esperando que pierda un poco de humedad para volverla a utilizar, pasaré un par de horas más con la vestimenta de cirugía incluido el gorro de panadero.