Mi esposa se dio a la
tarea, buscó diversas guarderías. Manifestó el gusto por algunas, ya sea por
sus instalaciones, normatividad o la atención que recibió del personal. Sin
embargo, una de ellas fue la que más llamó su atención. Así, apartó cita para
juntos acudir a conocerla. La ubicación era apropiada, las recomendaciones que
nos habían hecho de ella estaban sustentadas. Nos atendió la directora, una
señora por demás bonachona y simpática. Aclaró nuestras dudas y rápidamente
coincidimos en que sería buena opción.
Algunos días después
me notificaría que su hermana estaba dispuesta a atender a Carlo Damián
personalmente en su casa. La justificación era la corta edad, “Está muy chiquito para que lo lleven a
guardería”. Me preguntó mi parecer, ambos dilucidamos, una persona de
confianza era mejor para todos. Sin embargo, nos parecía excesivo dejarle la
responsabilidad. Ella insistió y admito que me sentí más seguro al dejarlo en
sus manos que en cualquier otras, aún cuando se tratará de profesionales.
Ceny es hermana de mi
esposa. Tiene 2 hijos encantadores que ahora han establecido vínculos
fraternales con mi hijo desde que convive con ellos en su casa. Ella se desvive
por atenderlo, creo que se ha encariñado mucho con él, tiene que serlo, es como
su segunda madre. Fermín, su esposo, comparte la responsabilidad con mucha
amabilidad. Estoy eternamente agradecido con ellos por su desinteresada y
cariñosa disposición. No cualquiera hace algo así por ti, y tampoco a
cualquiera le confías un hijo. Es un binomio sincero.
El primer día fue muy
difícil, me invadió un gran sentimiento de nostalgia. Ahora, todas las mañanas
que se lo entrego a mi cuñada lo hago con soltura y confiado de la entereza con
la que crecerá Carlo Damián en esa casa.
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