Cuando comenzó a decir “Papá”, juro que el pecho se me inflamaba.
Verlo dar sus primeros pasos y luego soltarse caminando tramos largos ha sido
una gran satisfacción. Saber que come regularmente y que no le hace gestos a la
comida, por el contrario, la engulle con facilidad, me pone muy contento. Al
bañarlo y saber que disfruta del agua, me parece genial. Pero verlo bailar o
mover la cabeza bruscamente mientras toco la guitarra, me tiene perplejo.
En cuanto observa que tomo el instrumento para tocar un rato, deja lo
que esté haciendo en el momento y corre a mi encuentro para meterle mano a las
cuerdas. Curiosamente lo hace bailando y disfrutando del sonido que logro
emitir. Tiene una clara fascinación musical que demuestra con la singular
destreza de los bebés de su edad ya sea en el carro, mirando la Tv o incluso
cuando escucha música en un celular.
En una ocasión, su mamá le tomó una foto mientras juega con las
cuerdas de mi bajo. Incluso he twitteado alguna que titulé “First Bass Guitar
Lessons”. Sin presionarlo, deberé estar atento a sus gustos musicales y, en su
caso, motivarlo para que incursione en el mundo de la música aprendiendo a
tocar algún instrumento. Eso también me daría gusto y me llenaría de felicidad,
tal como verlo caminar.